3 feb 2010

aguas turbias

A veces no puedo evitar nadar entre esas aguas. Se que están sucias, que no son de fiar, pero no puedo evitarlo. Me sumerjo y nado, y nado, y nado. Escucho los murmullos del agua en mis oidos, no, no me dicen cosas bonitas. Me entristecen, me cabrean. Entonces nado un poco más hacia el fondo. Me dejo llevar por el rumor continuo y las mentiras que me cuentan los peces a cada brazada. Pienso que estoy muy lejos, quizás demasiado, pero me justifico a mi misma y a mi idiotez recordándome que no fui yo quien me empujó a aquel mar de celos.
Entonces me doy cuenta de lo estúpido que es todo, y asciendo con las olas hasta la superficie. ¿Y sabes qué? Aquí en la arena, en seco, se ve todo mucho mejor. Resulta patético verse ahí abajo echando pestes por una boca ahogada por el agua y sus mentiras. Ni siquiera nado bien, en parte porque no veo ni lo que tengo delante. Para ser sincera, nunca conseguí abrir los ojos bajo el agua. Me aterra porque se que dolerá.
Por eso prefiero estár aquí, en tierra. Lejos de las mareas de celos, rumores y mentiras que vienen y van según les venga en gana.
(Aun así... reconozco que a veces, pero solo a veces, me gusta acercarme a la orilla y ¿por qué no? mojarme un poco los pies.)